En
términos generales, el núcleo temático de Pollerapantalón
se desarrolla a partir de la explotación de las posibilidades expresivas
que ofrece el arquetipo de la mujer fálica. Esta figura no solo constituye el
centro semántico de la pieza, sino también ocupa un rol fundamental en la
definición del resto de las posiciones subjetivas que se desarrollan en el
espectáculo. Si bien no nos parece
pertinente ahondar en la descripción de las características de la estructura
psíquica de este tipo de cuadros clínicos, sentimos la necesidad de esbozar una
pequeña definición del concepto necesaria para poder acceder al entendimiento
del planteo tanto dramático como de dirección.
Según el psicoanálisis, se denomina mujer fálica
a aquella persona de sexo femenino que, luego de una resolución negativa del
Complejo de Masculinidad en su temprana infancia, asume características propias
del sexo masculino en diversos grados, tanto en términos conductuales, físicos
como psíquicos. En particular, lo que nos interesa aquí es destacar cómo este
tipo de figuras suelen tender a hacer propio el lugar de autoridad. En ese
sentido, estas mujeres resignifican su tan ansiada búsqueda del falo en el
hecho de ocupar un espacio de poder, de convertirse ellas mismas en aquellos
seres que dictan las leyes y controlan el destino de los demás (i.e
posicionarse en el lugar de padre.). Según Freud, una estructura psicológica de
estas características manifiesta ciertos componentes propios de la psicosis, en
particular, la puesta en práctica del mecanismo de la desmentida: sustitución
de un objeto A real por otro B ficcional sin ningún tipo de acuse consciente o
tematización de esta operación (El hecho de concebirse a sí mismas
inconscientemente en posiciones masculinas es el mejor ejemplo de la puesta
en práctica de este procedimiento.).
Llamativamente, descubrimos que esta misma
operación está emparentada con la propia construcción de una pieza teatral
donde un determinado objeto tiene el valor de otro a los ojos del espectador a
partir de la puesta en marcha de un acto fuertemente convencionalizado (e.g. el
actor que interpreta a Hamlet cae muerto al final de la tragedia. Los
espectadores asumen el pacto ficcional y creen, al menos en ese momento, que el
personaje murió, aún cuando saben que luego el actor se pondrá de pié y hará su
saludo luego que el drama haya concluido). Este hacer como si forma parte
crucial tanto del teatro como del mecanismo de la desmentida. Es por ello que
una de las premisas del trabajo fue indagar en este tipo de procedimiento y
explotar sus posibilidades en escena.
En Pollerapantalón el texto dramático tiene como línea rectora este
mecanismo. Aquí Leonor, intentando desesperadamente retener a su hermano, lo
convence de la existencia de una gripe contagiada solo por hombres para
obligarlo a ocultar su masculinidad. En este proceso, ella misma va adquiriendo
rasgos masculinos al mismo tiempo que consolida su lugar de autoridad. Sin
embargo, Manu no renuncia completamente a su naturaleza fálica y el intento de
recobrarla constituye el eje dramático de la pieza y el elemento sobre el cual
se articulan todas las tensiones y contradicciones de los personajes.
Como vemos, la estrategia de Leonor
consiste básicamente en la construcción de una ficción que es impuesta a su
hermano con el estatuto de realidad. Sin embargo, él permanentemente la pone en
duda y busca volver explícito aquello que se esconde detrás de ese relato. En consecuencia, el propio verosímil de los
personajes se encuentra constantemente en tensión, puesto a prueba y
reformulado por los propios protagonistas.
En ese sentido, la investigación
realizada a partir del texto motiva al área de dirección del espectáculo a proponer
un diseño de puesta en escena que trabaje en la misma línea que dramaturgia.
Así, los cambios que los personajes producen sobre su propio verosímil
encuentran su correlato en la construcción de una espacialidad esencialmente
inestable: el espacio se redefine y resignifica constantemente en función a las
exigencias dramáticas, dictadas ya no por la obra, sino por los propios personajes: son ellos los que crean
relato y al mismo tiempo hacen como si existiera realmente y se someten a él. Para
ello, hemos optado por una puesta despojada
en términos escenográficos, donde la construcción de una puesta de luces
compleja es crucial para poder desarrollar este tipo de dispositivo (Ver Diseño
de espacio y luces.).
En relación a este punto, otro
aspecto importante de la puesta en escena tiene que ver con el uso de la
utilería. Para volver aún más explícito el mecanismo de la desmentida se ha
decidido que todos los objetos que se nombran y manipulan a lo largo de la obra
estén ausentes. Sin embargo, los actores hacen como si estos objetos existieran,
no en términos de mímica o trabajo con objeto imaginario, sino a través de la
construcción de una acción interna que sostenga la situación. El hecho de que
los objetos existan solamente en el verosímil de los personajes con solo
nombrarlos y no en la realidad de la escena (i.e en lo que ve el espectador)
tiene como efecto de sentido poner en primer plano el procedimiento de construcción
ficcional y volver aún más explícito el dispositivo que controla el destino de
los propios personajes. De alguna manera, lo que se busca es generar un
distanciamiento en el espectador para que pueda descubrir los procedimientos en
juego.
Está aspiración a generar un
sentimiento de distancia en la platea forma parte de otro de los objetivos
específicos de la pieza: la interpelación del público. La pelea constante de
los personajes por ocupar un espacio fálico genera tanto situaciones de gran
comicidad, como también dramáticas. En ese sentido, la pregunta con la que la
dirección interpela al público es: “¿Hasta qué punto podemos reírnos de la
violencia?”. A medida que avanza la dramaturgia, aumenta la escalada de
violencia, sin embargo mucha de ella aparece articulada a partir de enunciados
que pueden ser leídos en términos de un código humorístico. De esta forma, lo
que se busca es construir una suerte de dinámica de zigzag entre drama y
comedia, entre distancia e identificación, para generar una verdadera
interpelación sobre la audiencia llevándola a reír, tomar distancia de aquello
que le produce risa, reflexionar sobre eso e identificarse con el drama de los
personajes, todo en una suerte de círculo que solo se romperá al final del
espectáculo cuando la pieza adquiere claros tintes dramáticos.
Esta decisión se presenta como un gran desafío no sólo
para el público, sino también para los propios actores que se vieron obligados
a utilizar un registro interpretativo muy expresivo y al mismo tiempo de mucha
emotividad y verdad. Fue este el punto de mayor investigación y búsqueda en el
proceso de ensayos y, sin lugar a dudas, el campo donde este espectáculo gana
en atractivo para la audiencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario